B ha vuelto a la ciudad hace apenas
unos días, aún conserva ese aire ausente de los que han estado mucho tiempo
fuera del hogar. Sus días han sido una continuación de reencuentros, saludos y
noticias que para otros son evidentes pero para ella entrañan la mayor de las
novedades. La vuelta a las clases en la Universidad han sido el reencuentro con
una extraña rutina que apenas reconoce ya como suya; los viejos amigos siguen
allí, las aulas son las mismas y los profesores no han cambiado sus discursos
un ápice, pero todo parece bañado ahora con una nueva luz, todo parece aún un
poco lejano.
B se mueve por los pasillos y los
jardines del complejo con una seguridad de la que carecía antes de marchar al
extranjero. Durante los meses que ha estado fuera ha ganado confianza en si
misma y eso queda patente en su porte al caminar. Con la cabeza alta, sonriendo
a cuantos la rodean. Se sabe hermosa, disfruta con las miradas que le lanzan
los jóvenes y cree ver en ellas el reflejo de un recién ganado exotismo. Aunque
las estancias en universidades de otros países no son extrañas, el hecho de
haber estado casi medio año en el Viejo Continente le confiere un halo de
misterio, o al menos eso siente ella, y con ese sentimiento como capa, pisa más
fuerte.
Hoy ha venido a escuchar una
conferencia por la que tiene cierto interés. Piensa aprovechar algunas de las
cosas que dirá el ponente principal para su futura tesis. Pero antes de entrar
al aula ha quedado con unas amigas a quienes aún no ha visto desde su retorno.
Se encuentran en un bar cercano y pese a lo temprano de la hora, pide una
cerveza mientras que sus amigas se decantan por el café. Intercambian
cotilleos, rumores y algunas noticias ciertas; B se deja llevar por lo
intrascendente de la conversación mientras el sol calienta su cuerpo. Son los
últimos días del invierno, pero en esta latitud la temperatura le permite
llevar un vestido corto que le deja los hombros al descubierto. Por la mañana
cogió una fina rebeca, pero ahora descansa en el respaldo de la silla. B echa
la cabeza hacia atrás y cierra los ojos, oye las voces de las otras chicas allá
a lo lejos y siente como su cabello roza su espalda y sus hombros cuando vuelve
a incorporarse. Sonríe para si misma, es tan agradable estar de nuevo en casa,
piensa.
Una de las chicas se ha decidido a
acompañarla a la conferencia, van un poco apresuradas porque hace unos minutos
que empezó. Cuando abren la puerta del aula, ésta está casi totalmente llena.
Aún quedan algunos sitios libres aquí y allá, pero no ven dos asientos juntos
para ellas. Finalmente su amiga localiza dos en la última bancada, se dirigen
hacia allí. B saluda con la cabeza a algunos conocidos, deja alguna que otra
sonrisa por aquí y por allá o musita algún que otro quedo "hola".
Conoce a la mayoría de los estudiantes que hay hoy en clase, a los que no
conoce por el hombre, los puede situar fácilmente por referencias de terceros,
sólo hay unas pocas caras nuevas para ella entre los asistentes, al fin y al
cabo el mundo no cambia tanto en unos meses.
Los asientos que han visto desde la
puerta no están junto al pasillo, así que para pasar algunos estudiantes tienen
que levantarse, lo que crea un pequeño revuelo que no pasa desapercibido al
ponente. Por unos segundos se calla y mira airado hacia el final de la clase, B
capta su mirada justo en el momento en que comienza a sentarse. Hace unos meses
se hubiera ruborizado y puesto nerviosa, pero ahora no puede dejar escapar una
sonrisilla pícara. A diferencia de la mayoría de los asistentes está aquí por
interés, no porque necesite superar alguna asignatura o caerle bien a un
determinado profesor; se encuentra en el tramo final de sus estudios, aunque el
profesor quisiera, no podría suspenderle ninguna asignatura porque ya no tiene
que presentarse a exámenes. Podría, si así quisiera, bailar desnuda sobre las
mesas de la clase y lo máximo que podrían hacer es expulsarla del aula. Su
sonrisa se amplía con este pensamiento y un risa silenciosa escapa hacia su
interior. Hace unos meses no hubiera cruzado por su mente ese pensamiento, eso
lo tiene por seguro.
Al cabo de unos minutos se sumerge
completamente en el tema de la disertación. Aunque la mayoría de los
estudiantes sólo prestan atención en apariencia, mientras se limitan a esperar
que la clase termine, B toma notas que espera le sean útiles más adelante. Su
amiga garabatea en sus papeles y de vez en cuando le hace un comentario al que
B responde brevemente y sin dejar de prestar atención. A su derecha hay sentado
un estudiante al que no conoce, su cara le suena, posiblemente hayan coincidido
en otras clases, pero desde luego no pertenece a su círculo de conocidos o
amigos. Él también parece interesado en la conferencia pues toma notas al igual
que B, sus ojos se posan alternativamente en el cuaderno que tiene en la mesa y
en el estrado de los ponentes. Su cuerpo está ligeramente girado hacia B, la
mano izquierda queda semioculta por su muslo, ya que la tiene en el asiento del
banco y está sentado parcialmente sobre ella. Con la derecha escribe, alargando
el meñique para sostener el cuaderno. Utiliza lápiz, un detalle que a B se le
antoja un poco infantil, pero se da cuenta de que tiene una letra bonita y de
trazo amplio. Echa un par de vistazos más a su compañero de banco, pero nada
más le llama la atención, además la conferencia empieza a entrar en asuntos que
le interesan más que un desconocido sentado a su lado.
De repente su concentración se
quiebra como un cristal golpeado por una piedra, se hace añicos por completo y
las palabras del profesor junto a la pizarra pierden todo sentido para ella.
Mira el muslo de su pierna derecha y allí, sobre el trozo de vestido que cubre
su pierna, está la mano del desconocido. No se mueve, no aprieta, sencillamente
descansa ahí. Sin embargo el joven parece no haberse dado cuenta de ello, sigue
mirando su cuaderno mientras toma notas y levantando la vista de tanto en tanto
para captar mejor las palabras de los ponentes. Pero su mano izquierda está,
sin lugar a dudas, sobre el muslo de B.
Por un segundo B no sabe qué hacer,
cómo reaccionar. Finalmente deja el bolígrafo sobre la mesa y se decide a
apartar la mano del descarado chico, pero cuando ya casi la roza, él la mueve
ligeramente hacia abajo, llegando a tocar la piel desnuda que asoma bajo el
pliegue de la falda con la yema de sus dedos, a la vez que realiza una ligera
presión. La mano de B se queda congelada en el aire, mientras la del joven
comienza el camino inverso, sube lentamente hacia la parte del muslo que limita
con cadera. Al realizar este movimiento ha levantado la falda ligeramente, puede
que menos de un centímetro, y cuando la mano del chico vuelve a descender, la
tela corrige su posición. Una vez más los dedos del muchacho apenas rozan la
piel de B, el resto de la mano permanece sobre la tela del vestido.
B vuelve a llevar su mano a la mesa
y coge de nuevo el bolígrafo, mira de reojo una vez más al desconocido, pero
este no parece percatarse de su mirada. Un ligero acaloramiento comienza a
formarse en el pecho de B, nota como su estómago se contrae mientras siente el
contacto del joven a través de la fina tela del vestido. Quizás sea la cerveza,
quizás esté un poco borracha, quizás... Por su mente cruza un pensamiento veloz
como un rayo, lo considera por unos instantes, le da vueltas en la mente como
un niño daría vueltas a un caramelo en su boca, hacía acá, hacía allá.
Finalmente se decide, y cuando lo hace nota que el rubor sube a sus mejillas.
Vuelve a bajar la mano y aparta ligeramente la del chico, sólo un segundo, el
tiempo suficiente para volver a posarla sobre su muslo desnudo y cubrirla con
la falda del vestido.
El chico no se ha inmutado ante el
cambio de situación. Pareciera que cuerpo y extremidad fueran dos entidades
separadas que se ignoraran mutuamente. La mano de su vecino repite su camino
hacia arriba y hacia abajo, aunque ahora se ha desplazado un poco hacia la cara
interior del muslo. B respira profundamente, llenando sus pulmones de aire, más
que una respiración al uso es un suspiro profundo. Ladea la cabeza y deja caer
su pelo sobre el hombro izquierdo, creando una barrera entre ella y su amiga,
inclina también un poco el cuerpo hacia adelante a la par de que retrasa las caderas
y separa ligeramente las piernas. El toque del muchacho la está excitando y su
cuerpo reacciona casi de manera automática.
Improvisadamente el chico empieza a
centrar sus masajes en la parte superior del muslo y alarga el meñique, de tal
modo que con él roza ligeramente la tela de su ropa interior. B sólo lleva un
minúsculo tanga, no suele vestir nada más grande que ese pequeño triángulo de
tela; duda por unos segundos si dejar otra vez el bolígrafo sobre la mesa y
bajar el cordón de esa prenda íntima para permitir el acceso de la mano de
vecino de asiento. Pero el chico parece haberle leído el pensamiento. Sin darse
cuenta de cómo, el joven aparta la tela hacia un lado y deja su sexo al aire.
Ahora el toque con el meñique se vuelve más intenso y unos ramalazos de placer
suben por la espalda de B.
Un nuevo cambio de postura, B
adelanta el cuerpo y se sienta sobre el borde mismo de la silla, abre las
piernas todo lo que puede sin llegar a tocar a su vecina de la izquierda y deja
que la mano del muchacho abarque todo su sexo. Nota cómo uno o dos dedos se
deslizan por el borde de sus labios vaginales, cómo suben y bajan, cómo al
subir rozan su clítoris. Respira fuertemente por la nariz, en aire entra y sale
evitando la boca, pues B teme que si la abre, tan sólo un milímetro, para dejar
escapar el aire, lo que salga de sus labios sean un gemido de placer. Ahora,
ahora, ahora sucede, el desconocido acaba de introducir dos dedos dentro de B,
ella abre los ojos desmesuradamente por la sorpresa y no puede evitar una inhalación
más ruidosa en sus oídos de lo que en realidad es.
La mano se muestra sumamente hábil
en su cometido, o quizás la excitación de B por lo comprometido de la situación
compensa la falta de pericia del chico. Poco importa, el placer se extiende desde
su vientre hacia abajo, sus piernas, que suportan gran parte de su peso, pues
apenas si está ya sentada en el banco, parecen debilitarse. Hacia arriba,
siente sus costados temblar ligeramente y cómo el bolígrafo ha estado a punto
de caer de sus dedos, los cuales apenas tienen fuerza para sostenerlo. Por todo
su cuerpo, nota como su pulso se ha acelerado, le parece percibir incluso que
las venas de sus muñecas han aumentado su volumen.
El chico ha introducido los dos
dedos centrales en B, ella no lo ve, pero lo percibe claramente. Arquea los
dedos buscando el punto de placer de B mientras el pulpejo de su mano presiona
el clítoris de B. Ella nota como se ha humedecido y cuando su lubricación
aumenta también lo hace el ritmo de la mano del desconocido. B siente los topetazos
de la palma de la mano contra su sexo, pero no los oye, definitivamente el
joven sabe lo que se hace. B nota como su cuerpo quiere abandonarse al placer,
pero ella se resiste, y en esa resistencia encuentra un gozo indecible. Pero ya
apenas puede contenerse, nota como una primera convulsión sabe de sus caderas y
sube por su tronco. Conoce bien esa sensación y se muerde el labio inferior
intentando contenerla de alguna manera, una nueva convulsión y no puede evitar
que un gemido entresalga de sus labios. Nota una tercera sacudida, pero ya no
puede contenerse y se derrama abundantemente en la mano del desconocido. Su
cuerpo abre toda las compuertas al placer y este mana como una fuente infinita.
Su mano pierde la poca fuerza que aún tenía y se abre, dejando caer el
bolígrafo que rueda sobre la mesa y cae al suelo.
Por un segundo el universo se aleja
de B o ella se aleja del universo. Todo parece distante, lejano, todo sucede en
un segundo apenas. El desconocido retira la mano y ella nota como la humedad
sale de su cuerpo. Su amiga le dice algo que ella no oye o, si lo oye, no
entiende. El bolígrafo toca el suelo produciendo dos ruidos distintos, uno al
golpear la dura superficie, otro al rodar hacia algún lado. Finalmente el aire
que había en sus pulmones escapa todo, dejándola vacía. Cuando inhala de nuevo,
junto al aire inhalado, vuelve la realidad que la rodea.
Intenta disimular y se agacha a coger el bolígrafo que se ha caído, pero su
camino descendente se cruza con el desconocido que sube. En la mano izquierda
lleva su bolígrafo, B puede ver como sus dedos están cubiertos de una sustancia
viscosa que reconoce de inmediato. Sus miradas se cruzan por primera vez, el
rostro del chico no es particularmente hermoso pero tiene algo que podría
resultar atractivo. Sus labios dibujan una línea horizontal, no sonríe con
ellos, pero B alcanza a percibir la sonrisa que escatima su boca en sus
pupilas. Coge el bolígrafo que le ofrece y susurra un "gracias". B no
sabe muy bien si le está agradeciendo que le devuelva el boli o los minutos de
placer que acaba de disfrutar.
Wow! Muy buena la cronica de B! Nunca una conferencia me pareció tan... lúdica! jeje..
ResponderEliminarTe acabo de descubrir, me ha gustado tu relato, seguiré por aquí, si me lo permites para seguir disfrutando tus relatos. Saludos de otra Blogger (Bueno, más bien, una neófita, intentándolo estoy) te dejo mi dirección, por si quieres echar un vistazo a mi pequeño espacio, aleag22.blogspot.com
Gracias de antemano.