lunes, 10 de agosto de 2015

Crónicas de B. I



B ha vuelto a la ciudad hace apenas unos días, aún conserva ese aire ausente de los que han estado mucho tiempo fuera del hogar. Sus días han sido una continuación de reencuentros, saludos y noticias que para otros son evidentes pero para ella entrañan la mayor de las novedades. La vuelta a las clases en la Universidad han sido el reencuentro con una extraña rutina que apenas reconoce ya como suya; los viejos amigos siguen allí, las aulas son las mismas y los profesores no han cambiado sus discursos un ápice, pero todo parece bañado ahora con una nueva luz, todo parece aún un poco lejano.

B se mueve por los pasillos y los jardines del complejo con una seguridad de la que carecía antes de marchar al extranjero. Durante los meses que ha estado fuera ha ganado confianza en si misma y eso queda patente en su porte al caminar. Con la cabeza alta, sonriendo a cuantos la rodean. Se sabe hermosa, disfruta con las miradas que le lanzan los jóvenes y cree ver en ellas el reflejo de un recién ganado exotismo. Aunque las estancias en universidades de otros países no son extrañas, el hecho de haber estado casi medio año en el Viejo Continente le confiere un halo de misterio, o al menos eso siente ella, y con ese sentimiento como capa, pisa más fuerte.

Hoy ha venido a escuchar una conferencia por la que tiene cierto interés. Piensa aprovechar algunas de las cosas que dirá el ponente principal para su futura tesis. Pero antes de entrar al aula ha quedado con unas amigas a quienes aún no ha visto desde su retorno. Se encuentran en un bar cercano y pese a lo temprano de la hora, pide una cerveza mientras que sus amigas se decantan por el café. Intercambian cotilleos, rumores y algunas noticias ciertas; B se deja llevar por lo intrascendente de la conversación mientras el sol calienta su cuerpo. Son los últimos días del invierno, pero en esta latitud la temperatura le permite llevar un vestido corto que le deja los hombros al descubierto. Por la mañana cogió una fina rebeca, pero ahora descansa en el respaldo de la silla. B echa la cabeza hacia atrás y cierra los ojos, oye las voces de las otras chicas allá a lo lejos y siente como su cabello roza su espalda y sus hombros cuando vuelve a incorporarse. Sonríe para si misma, es tan agradable estar de nuevo en casa, piensa.

Una de las chicas se ha decidido a acompañarla a la conferencia, van un poco apresuradas porque hace unos minutos que empezó. Cuando abren la puerta del aula, ésta está casi totalmente llena. Aún quedan algunos sitios libres aquí y allá, pero no ven dos asientos juntos para ellas. Finalmente su amiga localiza dos en la última bancada, se dirigen hacia allí. B saluda con la cabeza a algunos conocidos, deja alguna que otra sonrisa por aquí y por allá o musita algún que otro quedo "hola". Conoce a la mayoría de los estudiantes que hay hoy en clase, a los que no conoce por el hombre, los puede situar fácilmente por referencias de terceros, sólo hay unas pocas caras nuevas para ella entre los asistentes, al fin y al cabo el mundo no cambia tanto en unos meses.

Los asientos que han visto desde la puerta no están junto al pasillo, así que para pasar algunos estudiantes tienen que levantarse, lo que crea un pequeño revuelo que no pasa desapercibido al ponente. Por unos segundos se calla y mira airado hacia el final de la clase, B capta su mirada justo en el momento en que comienza a sentarse. Hace unos meses se hubiera ruborizado y puesto nerviosa, pero ahora no puede dejar escapar una sonrisilla pícara. A diferencia de la mayoría de los asistentes está aquí por interés, no porque necesite superar alguna asignatura o caerle bien a un determinado profesor; se encuentra en el tramo final de sus estudios, aunque el profesor quisiera, no podría suspenderle ninguna asignatura porque ya no tiene que presentarse a exámenes. Podría, si así quisiera, bailar desnuda sobre las mesas de la clase y lo máximo que podrían hacer es expulsarla del aula. Su sonrisa se amplía con este pensamiento y un risa silenciosa escapa hacia su interior. Hace unos meses no hubiera cruzado por su mente ese pensamiento, eso lo tiene por seguro.

Al cabo de unos minutos se sumerge completamente en el tema de la disertación. Aunque la mayoría de los estudiantes sólo prestan atención en apariencia, mientras se limitan a esperar que la clase termine, B toma notas que espera le sean útiles más adelante. Su amiga garabatea en sus papeles y de vez en cuando le hace un comentario al que B responde brevemente y sin dejar de prestar atención. A su derecha hay sentado un estudiante al que no conoce, su cara le suena, posiblemente hayan coincidido en otras clases, pero desde luego no pertenece a su círculo de conocidos o amigos. Él también parece interesado en la conferencia pues toma notas al igual que B, sus ojos se posan alternativamente en el cuaderno que tiene en la mesa y en el estrado de los ponentes. Su cuerpo está ligeramente girado hacia B, la mano izquierda queda semioculta por su muslo, ya que la tiene en el asiento del banco y está sentado parcialmente sobre ella. Con la derecha escribe, alargando el meñique para sostener el cuaderno. Utiliza lápiz, un detalle que a B se le antoja un poco infantil, pero se da cuenta de que tiene una letra bonita y de trazo amplio. Echa un par de vistazos más a su compañero de banco, pero nada más le llama la atención, además la conferencia empieza a entrar en asuntos que le interesan más que un desconocido sentado a su lado.

De repente su concentración se quiebra como un cristal golpeado por una piedra, se hace añicos por completo y las palabras del profesor junto a la pizarra pierden todo sentido para ella. Mira el muslo de su pierna derecha y allí, sobre el trozo de vestido que cubre su pierna, está la mano del desconocido. No se mueve, no aprieta, sencillamente descansa ahí. Sin embargo el joven parece no haberse dado cuenta de ello, sigue mirando su cuaderno mientras toma notas y levantando la vista de tanto en tanto para captar mejor las palabras de los ponentes. Pero su mano izquierda está, sin lugar a dudas, sobre el muslo de B.

Por un segundo B no sabe qué hacer, cómo reaccionar. Finalmente deja el bolígrafo sobre la mesa y se decide a apartar la mano del descarado chico, pero cuando ya casi la roza, él la mueve ligeramente hacia abajo, llegando a tocar la piel desnuda que asoma bajo el pliegue de la falda con la yema de sus dedos, a la vez que realiza una ligera presión. La mano de B se queda congelada en el aire, mientras la del joven comienza el camino inverso, sube lentamente hacia la parte del muslo que limita con cadera. Al realizar este movimiento ha levantado la falda ligeramente, puede que menos de un centímetro, y cuando la mano del chico vuelve a descender, la tela corrige su posición. Una vez más los dedos del muchacho apenas rozan la piel de B, el resto de la mano permanece sobre la tela del vestido.

B vuelve a llevar su mano a la mesa y coge de nuevo el bolígrafo, mira de reojo una vez más al desconocido, pero este no parece percatarse de su mirada. Un ligero acaloramiento comienza a formarse en el pecho de B, nota como su estómago se contrae mientras siente el contacto del joven a través de la fina tela del vestido. Quizás sea la cerveza, quizás esté un poco borracha, quizás... Por su mente cruza un pensamiento veloz como un rayo, lo considera por unos instantes, le da vueltas en la mente como un niño daría vueltas a un caramelo en su boca, hacía acá, hacía allá. Finalmente se decide, y cuando lo hace nota que el rubor sube a sus mejillas. Vuelve a bajar la mano y aparta ligeramente la del chico, sólo un segundo, el tiempo suficiente para volver a posarla sobre su muslo desnudo y cubrirla con la falda del vestido.

El chico no se ha inmutado ante el cambio de situación. Pareciera que cuerpo y extremidad fueran dos entidades separadas que se ignoraran mutuamente. La mano de su vecino repite su camino hacia arriba y hacia abajo, aunque ahora se ha desplazado un poco hacia la cara interior del muslo. B respira profundamente, llenando sus pulmones de aire, más que una respiración al uso es un suspiro profundo. Ladea la cabeza y deja caer su pelo sobre el hombro izquierdo, creando una barrera entre ella y su amiga, inclina también un poco el cuerpo hacia adelante a la par de que retrasa las caderas y separa ligeramente las piernas. El toque del muchacho la está excitando y su cuerpo reacciona casi de manera automática.

Improvisadamente el chico empieza a centrar sus masajes en la parte superior del muslo y alarga el meñique, de tal modo que con él roza ligeramente la tela de su ropa interior. B sólo lleva un minúsculo tanga, no suele vestir nada más grande que ese pequeño triángulo de tela; duda por unos segundos si dejar otra vez el bolígrafo sobre la mesa y bajar el cordón de esa prenda íntima para permitir el acceso de la mano de vecino de asiento. Pero el chico parece haberle leído el pensamiento. Sin darse cuenta de cómo, el joven aparta la tela hacia un lado y deja su sexo al aire. Ahora el toque con el meñique se vuelve más intenso y unos ramalazos de placer suben por la espalda de B.

Un nuevo cambio de postura, B adelanta el cuerpo y se sienta sobre el borde mismo de la silla, abre las piernas todo lo que puede sin llegar a tocar a su vecina de la izquierda y deja que la mano del muchacho abarque todo su sexo. Nota cómo uno o dos dedos se deslizan por el borde de sus labios vaginales, cómo suben y bajan, cómo al subir rozan su clítoris. Respira fuertemente por la nariz, en aire entra y sale evitando la boca, pues B teme que si la abre, tan sólo un milímetro, para dejar escapar el aire, lo que salga de sus labios sean un gemido de placer. Ahora, ahora, ahora sucede, el desconocido acaba de introducir dos dedos dentro de B, ella abre los ojos desmesuradamente por la sorpresa y no puede evitar una inhalación más ruidosa en sus oídos de lo que en realidad es.

La mano se muestra sumamente hábil en su cometido, o quizás la excitación de B por lo comprometido de la situación compensa la falta de pericia del chico. Poco importa, el placer se extiende desde su vientre hacia abajo, sus piernas, que suportan gran parte de su peso, pues apenas si está ya sentada en el banco, parecen debilitarse. Hacia arriba, siente sus costados temblar ligeramente y cómo el bolígrafo ha estado a punto de caer de sus dedos, los cuales apenas tienen fuerza para sostenerlo. Por todo su cuerpo, nota como su pulso se ha acelerado, le parece percibir incluso que las venas de sus muñecas han aumentado su volumen.

El chico ha introducido los dos dedos centrales en B, ella no lo ve, pero lo percibe claramente. Arquea los dedos buscando el punto de placer de B mientras el pulpejo de su mano presiona el clítoris de B. Ella nota como se ha humedecido y cuando su lubricación aumenta también lo hace el ritmo de la mano del desconocido. B siente los topetazos de la palma de la mano contra su sexo, pero no los oye, definitivamente el joven sabe lo que se hace. B nota como su cuerpo quiere abandonarse al placer, pero ella se resiste, y en esa resistencia encuentra un gozo indecible. Pero ya apenas puede contenerse, nota como una primera convulsión sabe de sus caderas y sube por su tronco. Conoce bien esa sensación y se muerde el labio inferior intentando contenerla de alguna manera, una nueva convulsión y no puede evitar que un gemido entresalga de sus labios. Nota una tercera sacudida, pero ya no puede contenerse y se derrama abundantemente en la mano del desconocido. Su cuerpo abre toda las compuertas al placer y este mana como una fuente infinita. Su mano pierde la poca fuerza que aún tenía y se abre, dejando caer el bolígrafo que rueda sobre la mesa y cae al suelo.

Por un segundo el universo se aleja de B o ella se aleja del universo. Todo parece distante, lejano, todo sucede en un segundo apenas. El desconocido retira la mano y ella nota como la humedad sale de su cuerpo. Su amiga le dice algo que ella no oye o, si lo oye, no entiende. El bolígrafo toca el suelo produciendo dos ruidos distintos, uno al golpear la dura superficie, otro al rodar hacia algún lado. Finalmente el aire que había en sus pulmones escapa todo, dejándola vacía. Cuando inhala de nuevo, junto al aire inhalado, vuelve la realidad que la rodea.

Intenta disimular y se agacha a coger el bolígrafo que se ha caído, pero su camino descendente se cruza con el desconocido que sube. En la mano izquierda lleva su bolígrafo, B puede ver como sus dedos están cubiertos de una sustancia viscosa que reconoce de inmediato. Sus miradas se cruzan por primera vez, el rostro del chico no es particularmente hermoso pero tiene algo que podría resultar atractivo. Sus labios dibujan una línea horizontal, no sonríe con ellos, pero B alcanza a percibir la sonrisa que escatima su boca en sus pupilas. Coge el bolígrafo que le ofrece y susurra un "gracias". B no sabe muy bien si le está agradeciendo que le devuelva el boli o los minutos de placer que acaba de disfrutar.

1 comentario:

  1. Wow! Muy buena la cronica de B! Nunca una conferencia me pareció tan... lúdica! jeje..
    Te acabo de descubrir, me ha gustado tu relato, seguiré por aquí, si me lo permites para seguir disfrutando tus relatos. Saludos de otra Blogger (Bueno, más bien, una neófita, intentándolo estoy) te dejo mi dirección, por si quieres echar un vistazo a mi pequeño espacio, aleag22.blogspot.com
    Gracias de antemano.

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